10 de noviembre de 2010

Breve tratado sobre el talento publicitario

No suelo hacer copy-past, pero este texto merece mostrarse textualmente (♥). Así que aquí os lo dejo...

Hay días buenos y malos y los hay también surrealistas. Hay deslumbramientos cotidianos, hallazgos inmediatos que ciegan con fuerza, que me hacen babear, anonadado, sentado en un rincón viendo a los más jóvenes y talentosos escupir maravillas, crear, volar, aterrizar, darse en la madre y reventar, volar en mil pedazos y rehacerse; volver a hacerlo millones de veces mientras despiden una bruma púrpura y eléctrica.
Ay, el talento.
La flor más pura y escondida.
Un fruto de edición limitada.
La reducción del genio.
Cristalizando de la nada palomas y conejos, como un mago.
Estos cabrones se sientan todos los días con la hoja en blanco.
La tienen enfrente y con pases mágicos se inventan cosas.
Y escriben y dibujan y dicen estupideces.
Y salen por las ventanas de una mansión en Reforma unas olas espesas de miel dorada que nadie alcanza a ver realmente.
Ondas efímeras de algo que, insisto, llaman talento.
Talento amarrado con sed y con hambre.
Talento aderezado con canela y con pimienta, intermitentemente.
Talento audaz y grosero, contestatario.
Talento nuevo, de nuevo, avejentado.
Los hay que escriben y que dibujan y los hay que hacen ambas tareas.
Los hay gritones y callados.
Los hay como en piñata.
Frutos desgranados de quién sabe qué clase de panza.
Y los hay que rebotan y por ósmosis contagian y luego hay otros que quedan cortos y achaparrados.
Hay genios bonsai cuidadosamente manicurados por jardineros miopes y miedosos sin el brillo.
Que los cultivan para dejarlos enanos.
No vaya a ser.
Qué abaratado de repente el talento.
Qué mal entendido. Qué poco aprovechado.
No te hagas que tú sabes que lo tienes.
Y te dan lástima los de cerebro viudo.
Esos pobres que no nacieron con el dedo de Dios en la cabeza.
Con esa bengala pequeña que les va alumbrando la coronilla.
No te hagas, que eres uno de ellos.
No te hagas que te vas a forjar un futuro a punta de ocurrencias.
Y te dan lástima los que no lo tienen.
O simplemente no entiendes.
No ves que no hay.
Porque la negrura no te interesa.
Y vas inventando cosas por donde pasas.
Y este, es un buen trabajo para tener estos días.


Fuente: Quiobo

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